Carta 1. 28 noviembre 2012
Las lágrimas empezaron a llenar sus ojos, luchando por
salir. Una por una empezaron a deslizarse por sus mejillas, dejando a su paso
surcos como marcas del dolor que sentía. Eran lágrimas gruesas, pesadas, de
esas que están llenas de sentimientos, que llevan mucho tiempo esperando por
salir. Eran lágrimas por amor. Se limito a dejarlas caer lentamente, sin
tomarse la molestia de secarlas. Ya no valía la pena, eso no haría ninguna
diferencia.
Se había prometido no volver a llorar por nadie, pero se lo
había permitido porque estaba convencida que no lloraba por un alguien, lloraba
por un amor, por amar tanto.
La única compañía era la noche fría y un cigarro, que al
consumirse por completo marco el final del pequeño desahogo de su alma.